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Aquí encontrarás algunos textos, pequeñas historias que escribí para el blog de poesía urbana pachulipollofrito.blogspot.com o relatos cortos que he escrito en alguna ocasión

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Ayer ví unos zapatos deshabitados en medio de la calle.
¿Dónde estaba su dueño?.
¿Estaba andando por la calle tan tranquilo y de pronto salió volando?.
O fue desnudándose poco a poco y dejó esos zapatos en medio de un paso, asombrados, derepente abandonados sin saber a dónde ir. Patidifusos (sin patas). Unos zapatos sin pies, ni piernas ni persona que les dirija.
Tal vez era una persona que había elegido unos zapatos demasiado grandes, demasiado pesados, demasiado ambiciosos y, cansada, decidió seguir descalza.
Por un momento pensé en acercarme y ponérmelos, pero yo ya tenía mis propios zapatos, no podría caminar con dos pares puestos. Tuve la idea de ponerles un cartel: “Adopte unos zapatos”, pero me dio vergüenza, no sabía nada de ellos…
Decidí seguir caminando como si nunca hubiera visto semejante escena, miré al frente y apreté el paso sin mirar atrás. Pero en mi mente se quedó grabada esta imagen, y no se si podré olvidarlo nunca… qué vergüenza…

ADOPTE UNOS ZAPATOS.

LA VERDAD SOBRE MI OMBLIGO.


Lo cierto es que, en el lugar donde hoy tengo puesto el ombligo, antes tenía plaNtado un árbol:
“YO ERA LA MADRE TIERRA”
Todo lo que había en mi me pertenecía. En el árbol vivía una pareja de petirrojos, bajo él una margarita que desprendía un olor refrescante y puro. La margarita la habitaba una preciosa mariposa de colores vivos que pasaba las tardes revoloteando alrededor. Los petirrojos cantaban y el árbol daba sombra.
TODO ERA PERFECTO
Llegó la primavera, y de las flores del árbol nacieron manzanas y la pareja de petirrojos tuvo polluelos.
Una nube se posó sobre nosotros.
Los petirrojos tuvieron que comerse a la mariposa para dársela a sus polluelos, una manzana maduró y calló del árbol chafando a las margarita y de repente empezó a llover, a tronar, a diluviar…
Alguien arrancó el árbol y una luz me cegó.
“Felicidades, su hija es perfecta”
Y mi madre me besó.
FIN (PRINCIPIO).

FRENTE A EL LEON.

 


Estoy sentada frente a el león. Su respiración humedece mi cara.
Tengo miedo. No quiero tenerlo pero lo tengo.
El león me mira fijamente.
Quiero salir corriendo, pero estoy petrificada.

Es el momento de las contradicciones. Trabajar gratis, bailar en casa, dar noes sin mirar a la cara, soñar a despierta, llorar sin hacer ruido.
El león no parpadea.
Quiero dar media vuelta y echar a correr, pero no puedo por que la única manera que hay de llegar hasta mis sueños es abrazando al león.

 


Soy la estrofa de un poema que lleva siglos brotando…

 

Siempre fui una vieja loca. Ya lo era a los cincuenta años; lo soy desde los siete.

Sucedió entonces, cuando tenia siete años (y de eso hace ya siglos) que caminando un día de viento me dio en toda la cara una gran hoja de árbol. Al apartarla de mi cara, asustada, leí muy claramente:
“Voy a caminar junto a ti, intentando alcanzar tu sombra, para poder acariciarte sin que tú te des cuenta”.
El viento soplaba fuerte y yo me quedé ahí plantada durante horas, repitiendo esa frase en mi mente, dejándome acariciar por el aire.

Desde aquel día mi única obsesión en la vida fue encontrar el árbol del que brotaban poemas. Caminaba por el pueblo, por los campos, por las colinas mirando los árboles, buscando un nuevo verso.
Jamás me casé, nunca tuve hijos, ni conocí más amor que el que sentía por aquellas palabras. Los días pasaban y yo no podía recordar el color del suelo de mi pueblo. A pesar de los años nunca perdí la esperanza, pero mi cuerpo se desgastaba. Primavera, verano, otoño, invierno, primavera, verano, verano, verano, verano…y sucedió que, setenta y tres veranos después, un día en el que el sol ardía impasible tuve que parar.
Me dolía todo el cuerpo, tenía calor, sudaba y busqué cobijo del sol.
Ahí, plantada de nuevo, me di cuenta de que toda mi vida había sido una vieja loca y reí con desesperación.
Una brisa acariciaba de nuevo mi cara, mis manos, mi pelo, mis pies…y al mirar mis pies vi que estaba cobijada a la sombra de un gran sauce, y que su sombra acariciaba a la mía y el viento me disolvió en el aire y me fundió en el gran sauce en el que habito y en el que existo como la estrofa de éste poema que lleva siglos brotando…

VIEJA LOCA.

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